Cántale al río y pídele agua. Suena la corriente en su derramar y trata de aferrarse a cada fragmento de roca que a su paso encuentra. Aún sin fe, desliza sus brazos absurdamente a sabiendas de que la fuerza de rozamiento no supera a aquella del destino.
Alza el semblante y sonríe al sol. Yacen en el subconsciente días de lluvia que marchitaron rasgos faciales y envejecen la juventud más absurda jamás vivida. Penetrado por luminosos rayos que dan lugar a nuevos caminos, divisas la senda que nutre de esperanza la prosperidad de tus días.
Respira profundamente y seca tus lágrimas. Ves desvanecer al pañuelo que acompañó tus noches en vela. Gloriosa mísera luz de esperanza que te mantiene vivo en todos y cada uno de los suspiros con los que deshaces las ataduras de una memoria con sabor agridulce.
Abre los ojos y vive de nuevo. Detrás tu historia y delante la de aquellos que sobrevivieron. 13 horas de vuelo y, como si recién cortado el cordón umbilical de aquello que te nutría y que a la vez te marchitaba, uno vuelve a la vida dejando atrás 2 meses de pesadillas y 7 de sueño... Bienvenido a casa.
Alza el semblante y sonríe al sol. Yacen en el subconsciente días de lluvia que marchitaron rasgos faciales y envejecen la juventud más absurda jamás vivida. Penetrado por luminosos rayos que dan lugar a nuevos caminos, divisas la senda que nutre de esperanza la prosperidad de tus días.
Respira profundamente y seca tus lágrimas. Ves desvanecer al pañuelo que acompañó tus noches en vela. Gloriosa mísera luz de esperanza que te mantiene vivo en todos y cada uno de los suspiros con los que deshaces las ataduras de una memoria con sabor agridulce.
Abre los ojos y vive de nuevo. Detrás tu historia y delante la de aquellos que sobrevivieron. 13 horas de vuelo y, como si recién cortado el cordón umbilical de aquello que te nutría y que a la vez te marchitaba, uno vuelve a la vida dejando atrás 2 meses de pesadillas y 7 de sueño... Bienvenido a casa.
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