sábado, 25 de julio de 2020

Tarde de toros...

Somos la vergüenza europea. Un cenicero al que por más que uno se deshaga de las colillas, el olor a ceniza no deja de abandonar.
Nos aferramos e intentamos justificar el maltrato animal, vinculándolo a la cultura. Sin llegar a comprender que es precisamente por ese mismo motivo, el de violencia injustificada, por el que determinados actos considerados tradicionalmente culturales han de desaparecer.
Gritamos a África por la ablación femenina, a sabiendas de que esta es cultural, aún injustificable. Rechazamos a Vietnam por consumir carne de perro, sin existir diferencias biológicas fundamentales entre muchos de los animales que nosotros mismo consumimos. Nos llenamos de odio contra China por consumir murciélago y ser el foco de una pandemia. Lloramos la muerte de un elefante africano en un documental.
Pero nos cuesta empatizar para con nosotros mismos y aquellos con los que convivimos. Nosotros también somos animales. Y los toros también son creaciones perfectas. Con sus órganos y sistemas en moción, dando vida a una de las criaturas más bellas de este planeta. Criaturas por las que pagamos por hundir en su propio infierno.
Os habíais parado a pensar de dónde viene la palabra ‘bullying’? (Bull en Inglés significa toro). Un proceso de ridiculización generalizada y continua, para dar la bienvenida a un último adiós. Y por si no fuera suficiente morir en el evento, nos deshacemos seguidamente de partes de este cuerpo, ahora inerte y ya por siempre imperfecto.
No tenemos perdón de Dios ni de la madre naturaleza. No podemos rezar al de arriba agradeciéndole por todo lo que tenemos, cuando en teoría se nos creó a todos por igual, a su imagen y semejanza, pero como seres humanos nos creemos (y actuamos) superiores a cualquier otra especie con la que convivimos. No podemos aplicar la interpretación del quinto mandamiento a nuestro antojo, mientras disfrutamos del asesinato injustificado de un animal inocente. No todo en esta vida es respetable. La tortura no es cultura. Del mismo modo en que la violencia doméstica no es amor.
Y tú, me ayudas a cambiar el mundo?
‘La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados según la forma en que tratan a sus animales’
(Mahatma Gandhi)

sábado, 27 de junio de 2020

Junio, 51 años más tarde

Ha de ser la libertad con la que se pasea la brisa del océano atlántico la que cada año, en éste mes, me recuerda el grito por la igualdad de aquellos que por nosotros lucharon (Stonewall, 1969). Ha de ser la variedad de colores en el espectro de un arcoíris, la que nos enseñó a respetar la diversidad y a atrevernos a definirnos sin complejos. Han de ser el auge de la intolerancia y el extremismo, la homofobia; los que me impulsan a perder el equilibrio y luchar por el resto, aunque la vida pierda en ello. Han de ser nuestras familias, las que nos recuerdan que seguimos unidos y formamos el plan (y equipo) perfecto.
Dónde duermen nuestros sueños, de evitar una tragedia a cualquier otro pequeño? Si al juzgarles con el dedo, los acercan al olvido eterno. Dónde está el delito, en querer amarte hasta los restos? si no hay otros ojos que lograsen despertarme 'los adentros'. Dónde descansan los amores que murieron en el intento? Si no hay vida donde amaran, amarán a través de nuestros cuerpos? Cómo podemos cambiar el rumbo del destino para el resto? Así, formando una familia.... llegarán nuestras fuerzas a buen puerto?